Este mito de la inmortalidad, se refiere a una legendaria fuente que supuestamente cura y devuelve la lozanía a quien beba de sus aguas o se bañe en ellas. Que mejor que esta fuente para mejorar nuestra calidad de vida?
Si te digo que la fuente de la eterna juventud está muy cerca tuyo y que no tenés una, sino miles, no me creerías, ¿verdad?
Pues existen y están en todos lados. Son los niños: ellos pueden proveerte de savia fresca, pura y cristalina energía. Observá sus ojos y verás pureza. Aprovechalos, son como esos ríos que todavía no tienen una planta industrial a la vera contaminándolos. ¿Y sabes quién es la planta contaminante? Nosotros, los adultos. Nosotros somos la planta que se encarga de enturbiar la pureza. Los niños son dueños de espontaneidad, sabiduría; pero nosotros creemos que no saben nada, que sólo nosotros somos los dueños del saber. Es verdad, ellos no conocen que la capital de Turquía es Estambul, o por qué el pájaro vuela sin ser más liviano que el aire o si esa flor que ellos admiran son monocotiledóneas, o si el arco iris es producto de la fragmentación de la luz. Ellos admiran las cosas tal cual son.; eso es sabiduría, el resto es solo información. El exceso de información aplasta, encierra, la inteligencia natural que todos traemos, con prejuicios y condicionamientos.
Si tenés hijos, estás bendecido, porque tenés la fuente de la juventud en tu propia casa. Y si no, siempre hay algún sobrino, el hijo de un amigo, un ahijado o un nieto. No faltarán fuentes para beber esa agua fresca. Jugá con ellos, no temas quedar tirado en el suelo a consecuencia de algún juego que descarriló. No tengas miedo al ridículo. Seguramente parte de esta sociedad te señalará diciendo: miralo al grandulón ese, jugando como un chico. No escaparás de las críticas. Pero te lo apunté antes: deberás tomar una dosis de coraje y personalidad para vivir de otra manera y así rejuvenecer. Sé un niño. Nunca dejes de serlo. Escuchalos: Sus respuestas son sorprendentes, las más inteligentes las he oído de bocas infantiles y no de candidatos presidenciales o de los CEO de una empresa.
Cuántas respuestas tan ocurrentes habremos escuchado de nuestros hijos, sobrinos, nietos o ahijados. ¿Por qué esa creatividad la vamos perdiendo lentamente, la vamos aplastando con información a veces inútil y sin sentido?
En un capítulo anterior hablamos de simplificar y no de multiplicar. El niño tiene una inteligencia natural para ver la vida de otra manera. Ellos siempre van a privilegiar el momento, el juego, la distensión, el disfrute.
En cierta ocasión un conocido me decía que llegaba el fin de año y estaba en la disyuntiva de cambiar el auto o irse de vacaciones. Era una cosa o la otra, los números no daban para ambas. Reunió a sus hijos de 10, 8 y 5 años y les comentó lo sucedido: tenemos un auto nuevo o nos vamos de vacaciones quince días, ¿que eligen?
Dice que los niños lo miraron como si le preguntaran de qué color era el caballo blanco de San Martín. “Obvio que las vacaciones pá!”. Unánime. Y una respuesta de una inteligencia notable. Ellos no se fijan mucho si el auto es último modelo, si tiene algunos años o si es mejor que el del vecino. Con el tiempo los adultos no encargamos que se fijen en esas cosas. Que sean competitivos y que tengan “lo mejor”. Ellos con su inteligencia natural privilegian el momento. Que es lo que cuenta, que es lo que te llevarás de este mundo.
“Por eso cuando postulo actuar como un niño, no es para que armemos un scalectric en la oficina, sino para que pensemos con la inteligencia natural con la cual todos vinimos al mundo. Ella está debajo de ese cúmulo de datos, prejuicios, normas, religiones. Escarbemos profundo y ahí la encontraremos, la inteligencia natural está ahí, intacta, creativa, pragmática, simple. Como la de tu hijo, nieto, sobrino.”
Sé un niño y tu velocidad hacia el deterioro bajará de forma notoria.
Tomate un tiempo para ser un niño: divertite como si lo fueras. No te diviertas siempre como adulto. Andá a una plaza y, si no te animas a hamacarte por un rato, por lo menos sentate y observá a los niños jugando. Vas a sentir como el tiempo se detiene, por un momento tu reloj biológico comienza a atrasar, lentamente. Te propongo que realices el siguiente ejercicio cuando estés rodeado de niños, sentate en el pasto y esperá unos minutos. Seguramente los tendrás a ellos arriba tuyo en unos segundos, jugando y festejando que por fin alguien se puso a la altura de ellos. Te recibirán, te darán la bienvenida a la niñez. Recordá siempre, si podés ser como ellos, recuperarás la inocencia y con ella tu juventud. Aprovechá a jugar con tus hijos. Rejuvenecerás y ellos vivirán un momento único al sentir que te ponés a su altura, que no siempre son ellos los que deben estar a la altura de los adultos.
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